Y otra vez la Campania, con sus magníficos paisajes, ocupa totalmente la escena de la antepenúltima fracción del Giro d'Italia 2009.
La salida es en Avellino, ciudad capital de Irpinia que domina la verde cuenca del río Sàbato. Es una ciudad de aspecto moderno pero que conserva, en la parte central, recuerdos medievales. Merecen recordarse la Catedral y el Museo provincial irpino.
Con respecto a la gastronomía, se recomienda la pasta, las avellanas, las castañas y embutidos varios. Los vinos d.o.c. de la zona son el blanco Fiano y Greco di Tufo (también espumante) y el tinto Taurasi.
La carrera rosa tuvo etapas en Avellino en 1914 con la victoria de Giuseppe Azzini, en el ’27 Binda, Dancelli en el ’65, en el ’77 el belga Freddy Maertens y otras varias etapas con conclusión en la antigua Montevergine di Mercogliano.
Perfil altimétrico ondulado pero sin dificultades relevantes, al menos hasta la gran final en las laderas del Vesuvio. De Avellino la carrera se dirige hacia Bellizzi Irpino, Montoro Inferiore (centro de particular pasión ciclística) y entra a la provincia de Salerno.
Mercato San Severino, el paso por Salerno, importante ciudad capital con historia y motivos de peculiar interés, la suave subida hacia el Puerto Costapiana y luego Cava dei Tirreni, ciudad originaria de un gran maestro del periodismo, director de La Gazzetta dello Sport, que llevaba el Giro d'Italia en el corazón: Gino Palumbo.
En Vietri sul Mare empieza el verdadero y sugestivo espectáculo de la costa amalfitana. La carretera es sinuosa, tortuosa, pero el espectáculo es único. Se pasa por Maiori, Minori, Amalfi, Praiano y Positano. Se entra a la provincia de Nápoles para afrontar la ascensión del monte Sant’Angelo y asomarse a la costa sorrentina con otros paisajes de ensueño. Sorrento y Piano di Sorrento son zonas que recuerdan, hablando de ciclístico, a Carmine Castellano, director del Giro d'Italia que ha relevado a Vincenzo Torriani y que ha estado en el coche del director técnico de la carrera rosa hasta 2004, se prosigue por Vico Equense, Castellammare di Stabia, Torre Annunziata, Torre del Greco hasta llegar a Ercolano donde empieza la subida del Vesuvio.
La ciudad es universalmente conocida, junto a Pompeya, por la erupción del volcán que la sepultó bajo una gran capa de lava en el año 79 d.C. y por las sucesivas excavaciones que pusieron al descubierto importantes testimonios de los habitantes y las costumbres de la época. Es meta de visitantes provenientes de todo el mundo.
Es también meta de veraneo, con construcciones de gran valor arquitectónico de varias épocas y estilos, sobre todo el conocido Miglio d’Oro, así llamado por la belleza peculiar de su paisaje. Son múltiples las manifestaciones culturales y tradicionales de la zona.
Hablando de ciclismo, la ascensión del Vesuvio representa la última ocasión para defensores y atacantes, usando terminología futbolística, para medirse en la subida para la conquista o la defensa del primer puesto. Es una subida que, después de los primeros tres kilómetros, presenta en los diez kilómetros finales una pendiente constante media del 10% hasta llegar a la meta "técnica" ubicada casi en el límite del cráter, en un ambiente caracterizado por una espléndida vegetación y amplios panoramas de una belleza que quitan el aliento sobre el golfo de Nápoles.
El Vesuvio ya ha recibido dos conclusiones de etapas del Giro. En 1956 el gran Charly Gaul ganó la cronoescalada de ocho kilómetros precediendo por 37" al toscano Guido Boni y por 39” al ecléctico esprinter español Miguel Poblet. En 1990, con la llegada de la semi-etapa matutina salida de Sala Consilina y con meta a cota decididamente más baja, victoria del español Eduardo Chozas delante de Bugno en maillot rosa durante todo aquel Giro, a 26".
El maillot rosa del Vesuvio podrá mirar con gran confianza la meta final de Roma.
