El recorrido de la Milano-Torino, que se celebró por primera vez en 1876, ha sido significativamente renovado en comparación con el año pasado. La pasada edición terminó con un sprint masivo pero este año los escaladores o los corredores más completos también tienen una oportunidad.
Tras un primer tramo de jornada apacible, la carretera comienza a subir hacia Cossano Canavese. Esto presagia un final bastante duro, en un circuito final de unos 44 kilómetros, con las subidas a Prascorsano (3,5 km al 7%) y Colleretto Castelnuovo (3,8 km al 3,9%) como cotas más exigentes.
Después de este último obstáculo todavía faltan unos dieciocho kilómetros para llegar a la meta. La meta en Salassa es ligeramente cuesta arriba.
En resumen, recorrido más de clásica compleja que de itinerario para un sprint. O en el mejor de los casos, si hay llegada de un grupo amplio, los velocistas tendrán que ser de los que pasen muy bien la montaña.
En ese sentido, nos encontramos a cuota 6 el top 10 de Jake Stewart, un buen sprinter pero con capacidad para superar este tipo de jornadas sinuosas.
Esta temporada aún no ha competido pero es un clásico en el top 10 cuando los perfiles de las etapas son de este tenor.
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